martes, 3 de enero de 2012

VIVIR LA HISTORIA Y LOS VÍNCULOS CON EL PASADO


VIVIR LA HISTORIA Y LOS VÍNCULOS CON EL PASADO

Primera semana del mes, las reuniones familiares
Don Gonzalo Rodriguez, se reúne con sus hijos los días domingo para tomar desayuno; él gusta de preparar algún plato en especial,- así se desayunaba antes, no el sándwich de jamón, queso o mantequilla, que se consumen casi al paso para ir a estudiar o trabajar- nos dice. En estos desayunos domingueros, al tiempo de disfrutar un saltado de mollejitas, carne o pollo, quizá salchicha o tocino revuelto con huevos, u otro plato que se imagine, acompañado con café pasado, que llena el ambiente con su aroma característico; se conversan temas  sobre diversos aspectos de la vida de los presentes, de la familia, de amigos, de hechos ocurridos en el pasado, por ejemplo cómo era Pacasmayo y las costumbres de la gente de antaño; también qué nos depara el porvenir. En estos breves momentos  nos identificamos, sentimos unidos; se mantienen hábitos, tradiciones, costumbres, y los mismos, son transmitidos a los menores.

El año de 1980, es clave en la historia del Perú. Se ha hecho una nueva Constitución y se ha convocado a elecciones, llega a su fin el Gobierno militar luego de 12 años, empieza un gobierno democrático, e  inicia su “guerra popular” el partido comunista del Perú “Sendero Luminoso, con un accionar extremista que utiliza el terror como medio de conseguir sus objetivos –durará cerca de 20 años-; así los coches bombas y los “apagones” son cotidianos.

Un noche cualquiera se apagaba la luz (apagón); entonces pensábamos: han volado otra torre de alta tensión que trae la energía eléctrica a Lima, ¿hasta qué hora nos quedaremos sin luz?. Esta situación llevó a diferentes instituciones a conseguir grupos electrógenos para mantener sus operaciones; así ocurrió con hospitales y clínicas; fábricas y empresas de servicios, aumentando sus costos. Aquellos que no conseguían este equipamiento, sencillamente tenían que terminar sus actividades.

Estos “apagones” que afectaban la economía y diversas actividades sociales y familiares, también cambia el ritmo de vida de la casa. Podría ser el papá o la mamá, quizá uno de los hermanos quien enciende una vela o una lámpara pues se genera cierto grado de automatismo ante la repetición del evento. En algún lugar de la morada se van concentrando los integrantes de la familia, allí va la vela o lámpara, a la sala donde veían televisión, la cocina donde iban a cenar o el dormitorio de los padres; el hecho es que nos reunimos

Afuera todo es oscuridad, mas en el cielo limeño las estrellas aparecen llenando todo, las tres Marías y la Cruz del Sur son más visibles; qué bonito es el cielo, nos decimos. En las ventanas de las casas vecinas, también se observa la débil luz de velas o lamparines, que en su movimiento, nos hace intuir que también se reúnen en algún lugar de la morada.

En casa empieza la conversación, uno de ellos cuenta lo que ocurrió temprano en el aula de clase o el trabajo, los otros emiten su opinión; es muy fácil pasar a otro tema; así el padre recuerda un episodio de su vida juvenil y la madre lo acompaña –corrigiendo algunos datos-; otro ha contado un chiste y todos sonríen y hasta el más parco emite su comentario. Se recuerda como se vivía antes, cuales las costumbres de los abuelos, qué se decía del gobernante; por allí un cuento fantástico del pueblo, añoranzas de la tierra provinciana que se dejó para venir a Lima. Han pasado las horas y el papá o mamá dice, hay que acostarse, mañana hay que trabajar, ir al colegio o a la universidad.  Poco a poco se disgregan llevándose una vela y la sensación íntima de haber estado juntos y compartido muchas cosas.

En esos momentos de reuniones “forzadas” en que se dejó la televisión, ahora incluiríamos la computadora con sus innumerables posibilidades de atraernos a su seno, se han generado  enlaces con las vivencias de todos los miembros de la familia; vínculos que van desde el pasado y se proyectan al porvenir haciéndonos  partícipes en alguna manera.

Cuando compartimos relatos, situaciones acaecidas, sentimientos, emociones, nos vinculamos, formamos parte de un mismo grupo, asumimos una identidad. Así ocurrió en esas épocas en que se fue la luz; así como ocurre en los desayunos dominicales. Así mantengamos  o busquemos esos momentos, en que alejándonos de lo que nos separa, también compartamos, vinculémonos, vivamos un poco nuestra propia historia.

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